rosácea

Actualmente estamos viendo muchos casos de piel rosácea, una enfermedad crónica inflamatoria de la piel que afecta principalmente a personas de pieles claras y sensibles, con más frecuencia a mujeres, siendo los síntomas generalmente más graves cuando afecta a los hombres.

Además tiene una incidencia más alta en personas con intolerancias y alergias alimentarias, por esta razón si quieras adelgazar 10 kilos o quieres bajar algo de peso, lo mejor es consultar antes con profesionales que puedan brindarte planes adecuados a tus necesidades y que tomen en cuenta las posibles alergias o intolerancias que puedan estarte afectando.

Por otra parte, en estos últimos meses, al igual que otros trastornos de la piel, esta enfermedad se ha visto agravada por el uso de las mascarillas. A lo largo de este artículo vamos a ver qué es la rosácea y cuál es su tratamiento.

¿Rosácea o dermatitis? ¿Cómo identificar una piel con esta enfermedad?

La característica principal es el enrojecimiento de la zona facial central y la aparición de vasos sanguíneos visibles en la cara.

En muchos casos podemos llegar a confundirlo con el acné porque también es frecuente que se produzcan pequeñas protuberancias rojas llenas de pus, de hecho, esta enfermedad es considerada como el «falso acné de los adultos».

También puede provocar problemas oculares como ojos secos e irritados con párpados rojos e hinchados que suelen preceder a los síntomas cutáneos; y en hombres es frecuente que se engrose la piel de la nariz dándole un aspecto bulboso.

Hasta el día de hoy se desconoce la causa exacta de esta enfermedad, pudiendo ser una combinación de factores hereditarios y ambientales los que podrían originar su aparición. Sin embargo, a diferencia del acné, sí está claro que la aparición de la misma no se debe a una mala higiene.

Parece ser que lo que sí afecta a esta enfermedad es una mala alimentación, esto se debe a  hay ciertos alimentos y bebidas que son capaces de activar ciertos procesos celulares produciendo una vasodilatación e inflamación, lo que termina desencadenando los brotes.

Si padeces de esta enfermedad y quieres controlar sus síntomas, no dudes en consultar a un nutricionista para que a través de una alimentación adecuada te ayude minimizar la aparición de los molestos brotes.

rosácea

La rosácea y nuestra salud

Existen numerosas asociaciones entre la aparición de la enfermedad y los trastornos inflamatorios del tracto gastrointestinal. De hecho se ha identificado una diferente composición en la microbiota intestinal de pacientes con rosácea en comparación a la de sujetos sanos pudiendo crear un tratamiento para la rosácea.

Muchos de estos pacientes padecen síntomas como dispepsia, hinchazón, flatulencia, dolor abdominal, estreñimiento o diarrea. Es por ello que actualmente se está investigando cada vez más la relación que existe entre el intestino y la piel.

Estudios recientes están demostrando que esta enfermedad es más frecuente en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (EII) siendo ambas, enfermedades inflamatorias crónicas en las que se produce una respuesta inadecuada del sistema inmune hacia el propio organismo, desencadenada por la interacción de factores genéticos, ambientales y de la microbiota intestinal.

La infección por Helicobacter Pylori y el sobrecimiento bacteriano o SIBO también se encuentran muy relacionadas con esta enfermedad. A pesar de que no se conoce aún la asociación exacta entre ellas, algunos estudios han observado que pacientes con rosácea mejoran después de recibir tratamiento antibiótico para tratar la infección por Helicobacter Pylori o SIBO.

Por otro lado, algunos alimentos ricos en histamina también pueden genera una reacción inflamatoria con manifestaciones de rosácea, por lo que se considera que este padecimiento también está relacionado con el déficit de la enzima DAO.

¿Qué papel juega la alimentación en el tratamiento de esta enfermedad?

Nuestra piel suele ser un reflejo de como estamos por dentro y en esto tiene mucho que ver lo bien o lo mal que nos alimentemos. Es así que los alimentos y bebidas que ingerimos cada día van a influenciar enormemente en el estado de nuestra piel, ya que todo lo que comemos forma parte no solo de nuestra composición celular interna sino del tejido externo del cuerpo, y la forma más directa de cambiar la salud de tu aspecto corporal es hacer cambios específicos en la dieta.

Uno de los principales problemas de esta enfermedad es que causa brotes con los síntomas ya descritos, y estos pueden darse por culpa de una mala alimentación. Si bien la rosácea es una enfermedad crónica que de momento no tiene cura, sí podemos centrarnos en aliviar sus síntomas y controlar la aparición de los brotes a través de una alimentación adecuada.

¿Qué alimentos se deben evitar?

Los alimentos que debemos evitar son especialmente aquellos alimentos o salsas muy condimentadas o picantes, las bebidas alcohólicas, el café, el chocolate, la leche de vaca, el azúcar y todos aquellos productos que la contienen, la carne roja, los embutidos, los mariscos y los productos fritos. También se ha visto que algunas dietas para adelgazar más estrictas como la dieta cetogénica puede agravar la situación en algunos casos, aunque de momento no existe evidencia científica.

No existe una dieta alimenticia específica para esta enfermedad, pero el tipo de nutrición que más puede ayudar a estos pacientes es una dieta antiinflamatoria, ya que siguiendo este tipo de alimentación se han dado numerosos casos de éxito. Al igual que sucede con otras enfermedades de la piel como el acné, debemos tratar de evitar la inflamación de nuestro organismo, y esto se puede conseguir a través de unas sencillas recomendaciones.

Recomendaciones para evitar la piel rosácea

El enemigo número 1: el azúcar

Entre los principales culpables dietéticos de los trastornos de la piel, sin duda el azúcar se lleva la palma. El azúcar refinado y todos los alimentos que lo contienen producen un aumento brusco del azúcar en sangre cambiando la composición de la grasa de la piel y potenciando la aparición de esta enfermedad.

¿Cómo podemos saber que carbohidratos son los más adecuados? A través del índice glucémico (IG), un medidor que nos indica la cantidad de glucosa pura (100) que contiene un alimento. El índice glucémico se mide en una escala del 1 al 100 ordenando los alimentos en bajo, medio y alto nivel de IG.

En este caso, lo más aconsejable es  consumir aquellos alimentos que contienen un IG bajo, es decir, que contengan 55 de glucosa pura, como las verduras, las frutas, las legumbres o la quinoa que se digieren con mayor lentitud y evitan que se produzcan los picos de insulina, ya que estos picos de insulina son culpables de la inflamación de nuestro cuerpo.

Los alimentos con un IG medio (entre 56 y 69) pueden consumirse con moderación, como el arroz, la pasta o el pan integral. Usando el IG como guía podremos elegir alimentos integrales y evitaremos el azúcar y la comida procesada que podría empeorar los brotes.

También debemos tener precaución con los edulcorantes, ya que dañan nuestro metabolismo alterando la composición de nuestra microbiota, y disparando nuestros niveles de insulina, esto nos lleva a comer en exceso.

Consume frutas, verduras y legumbres

Los antioxidantes presentes en las frutas, verduras y legumbres van a combatir los radicales libres y esto va a ayudar a que la piel dañada pueda repararse o recuperarse. Es por ello que vale la pena preguntarse ¿Qué antioxidantes benefician a nuestra piel?

  • Vitamina C: esta vitamina sintetiza el colágeno, evita y trata los daños inducidos por los rayos ultravioletas. Podemos encontrarla presente en las naranjas, mandarinas, limones, fresas, pimientos, kale, coles de bruselas, brócoli, entre otros alimentos.
  • Licopeno: se encuentra presente en el tomate, la uva o la sandía, ayuda a cuidar las pieles más sensibles y contribuye a que tengamos una piel más suave y luminosa.
  • Los polifenoles: reparan la piel dañada y ayudan a recuperar la elasticidad. Los frutos rojos, la remolacha, la berenjena y la mayoría de legumbres son productos ricos en polifenoles.
  • El zinc: este mineral puede encontrar en las alubias, las nueces o los cereales. Fomenta las vías antioxidantes y ayuda a curar las heridas de la piel.
  • Vitamina E: esta vitamina ayuda a proteger las células y consigue difuminar las cicatrices, eliminar imperfecciones y proteger la piel de los rayos solares. Se encuentra presente en el aguacate, la papaya, las espinacas, o los garbanzos.

Ojo con los lácteos

La leche de vaca, principalmente desnatada es rica en suero de leche y caseína, dos proteínas que se le añaden para potenciar su sabor. El suero aumenta los niveles de insulina y la caseína genera una respuesta inmunitaria que causa un aumento de los niveles sistémicos de inflamación. No ocurre lo mismo con el yogur, el kéfir o el requesón, productos lácteos fermentados que contienen de manera natural bacterias beneficiosas que potencian la salud de nuestra piel.

Prioriza los ácidos grasos omega 3

En nuestra dieta debemos consumir tanto ácidos grasos omega 3 como los omega 6, pero debemos dar prioridad a los primeros, estos se  encuentran presentes sobre todo en el pescado azul, el aceite de oliva extra virgen y algunas semillas, ya que son antiinflamatorios y ayudan a retrasar el proceso de envejecimiento de la piel y potencia su hidratación. 

Los ácidos grasos omega 6 por su parte, suelen favorecer la inflamación, por lo que si consumimos omega 6 debe ser a través de alimentos de calidad que nos proporcionen otros nutrientes y beneficios como el aguacate, las nueces o los huevos.

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Consume prebióticos y probióticos

Los prebióticos van a beneficiar a nuestra piel mediante la proliferación de bacterias de la superficie cutánea, estas van a ayudar a la piel a controlar los microorganismos perjudiciales y pueden también potenciar la eliminación de sustancias nocivas. El ajo, los espárragos, la cebolla, o el puerro son ricos en prebióticos.

Por su parte, los probióticos van a ayudar a recuperar las bacterias buenas y van a reforzar la barrera protectora de nuestra piel, combatiendo las bacterias dañinas y controlando la inflamación.

Además debemos intentar no consumir alimentos o bebidas muy calientes y cocinar los alimentos en lugar de consumirlos crudos para facilitar el proceso de digestión. Esto puede ayudar a prevenir o reducir la aparición de los brotes.

Estas recomendaciones son propias de una dieta antiinflamatoria, sin embargo como en cualquier patología, deben ser dietas personalizadas a cada paciente, tomando en cuenta las necesidades y particularidades de cada persona. No debemos olvidar que esta enfermedad puede ir unida a intolerancias, alergias o problemas intestinales que deben tenerse en cuenta a la hora de pautar la dieta.

Un instrumento que nos puede ser útil para notar cuales alimentos nos están sentando mejor o peor es llevar un diario o registro dietético, así podemos ver cuáles son los alimentos que más nos están afectando o que están ocasionando la aparición de esta enfermedad.

Esto nos va a permitir tomar acciones que nos ayuden a mejorar la salud de nuestra piel. Ya que, lo ideal ante un brote sería realizar una dieta de exclusión de los alimentos más perjudiciales durante ocho semanas, y mediante el diario dietético ir reintroduciéndolos poco a poco para descartar aquellos que nos afectan más.

Cada organismo es único y por ello no a todo el mundo le van a afectar por igual los mismos alimentos, de ahí la importancia de conocerse e ir observando que reacciones se producen en nuestra piel con los alimentos que consumimos. De igual manera, es esencial que la dieta sea adecuada a cada paciente y que se adapte a cada caso particular.

Si padeces algún trastorno de la piel, no dudes en acudir a un nutricionista, que junto al tratamiento dermatológico indicado en estos casos, te puede ayudar a mejorar la condición de tu piel.

 

rosácea
Soy diestista-nutricionista por la Universidad de Alicante. Me baso en ayudar a cambiar el estilo de vida de las personas para conseguir mejorar su salud física y mental. Ya que un cambio de habitos hace sentirte mejor contigo mismo y ganar confianza en tu día a día. Siempre trabajo desde la educación nutricional para lograr los objetivos personales sin esfuerzo.