comer despacio

Vivímos en un  mundo que cada vez va más rápido, o tenemos la sensación que así es. Casi desde que nos despertamos hasta que finalizamos con las actividades diarias vamos con prisa, y por supuesto dentro de todo esto podemos incluir también la velocidad con la que comemos. Comer despacio forma parte también de llevar una dieta saludable y esto es de lo que vamos a hablar a continuación.

¿Qué es comer despacio?

Como todo en está vida, en el equilibrio está el secreto. No se trata de devorar los alimentos en un minuto ni estar dos horas frente al plato. Comer despacio significa comer con calma y serenidad, masticando bien los alimentos, intentando disfrutar de este momento. Comer despacio aporta muchos más beneficios de los que pensamos y es una parte fundamental en una alimentación sana. Cuenta tanto lo que elejimos comer como la velocidad a la que lo comemos.

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Entonces, ¿cuánto tiempo tengo que dedicar a comer?

Lo ideal es dedicar entre 20-30 minutos a comer, es lo mínimo recomendado. Esto tiene su explicación. El hipotálamo (región del cerebro que se encarga de regular diferentes procesos como la sed, el hambre o el estado de ánimo) necesita algo de tiempo para detectar sensación de saciedad. Si comemos muy rápido, seguramente no notemos a tiempo que hemos comido lo suficiente, y esto se traduce en comer mucho más de lo que necesitamos.

Comer despacio además nos permite disfrutar mucho más del momento, de los sabores y texturas, así que son varios los motivos para dedicar algo más de tiempo a esta actividad que realizamos todos los días, varias veces al día.

Pero no basta únicamente con dedicar ese tiempo mientras comemos, si no que la velocidad de ingesta sea equilibrada durante todo el tiempo que dedicamos a comer. Si los primeros bocados los engullimos y después reducimos la velocidad es también algo a mejorar, ya que es señal de una relación ansiosa y desmesurada con la comida, aunque sea durante unos minutos. Comer con calma durante todo el tiempo, manteniendo un ritmo tranquilo y calmado es una de las claves para poder llevar una alimentación saludable.

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¿Y por qué 20 minutos? 

Cuando introducimos el primer bocado a la boca, bueno a veces incluso cuando estamos ya cocinando, los procesos digestivos se activan. Cuando empezamos a comer se ponen en marcha diferentes procesos físicos y químicos que avisan al hipotálamo de que se está satisfaciendo la necesidad de alimentarse. Estos mismos procesos avisan también cuando hay que parar de comer porque ya estamos llenos.

Existen unas sustancias llamadas neuropéptidos (que actúan como transmisores al sistema nervioso) que intervienen en este proceso. Son la colecistoquinina, el glucagón y la leptina.

También existen otras señales nerviosas en el tubo digestivo que informan al hipotálamo del llenado gástrico, y señales químicas, como la glucosa en la sangre.

Todos estos procesos requieren más o menos 20 minutos, de ahí que ese sea el tiempo estimado a dedicar a las comidas, para estar en sintonía con los ritmos del organismo.

Comer despacio es tan importante como elegir alimentos saludables. Para tener un peso saludable debemos centrarnos en elegir alimentos de buena calidad, pero también en fijarnos como es nuestra relación con la comida y mejorar todo aquello que esté en nuestras manos. Por eso una dieta personalizada es la mejor opción para aprender a comer sano.

Beneficios digestivos

Cuando aprendemos a comer con calma nos damos cuenta en poco tiempo de los beneficios que esto conlleva a muchos niveles. 

Por un lado, el control del peso o mantenimiento de un peso saludable, que es algo que preocupa a mucha gente. Al comer más despacio se controla mejora la saciedad y evitamos excedernos, algo que con el tiempo se traduce en ir ganando peso poco a poco.

Por otro lado, la digestión es mucho mejor cuando comemos con calma. Cuando comemos con prisas podemos tener después diferentes problemas digestivos: pesadez, acidez, dolor o náuseas. Aunque estos síntomas pueden ser debidos a otras causas, comer rápido solo hará que se agudizan.

Lo mejor por lo tanto es comer con tranquilidad y masticar bien, y muy probablemente estos síntomas desaparecerán, o serán más leves. Es importante que sepas que el proceso digestivo no se inicia en el estómago, si no que empieza en la boca por la acción de la saliva cuando entra en contacto con el alimento. La saliva contiene enzimas que ayudan a empezar a digerir los nutrientes. Estas enzimas son la ptialina (digiere azúcares), la lipasa (digiere grasas) y la proteasa (digiere proteínas). Por eso es tan importante masticar bien el alimento y mantenerlo algo de tiempo en la boca, para que este quede bien impregnado de saliva y la digestión empiece a darse.

Masticar poco tiempo lo único que favorece es la sobrecarga a nivel estomacal y del resto de órganos implicados en el proceso de digestión, dando seguramente como resultado una digestión mucho más larga y molesta.

Por último, cuando comemos despacio podemos disfrutar mucho más de la comida, de sus sabores. La experiencia es mucho más placentera.

Alimentación consciente

Todo esto que estamos hablando lo podemos englobar en lo que se conoce como alimentación consciente. Esto hace referencia a la forma en la que realizamos las comidas. Al final lo que se busca es que aprendamos a comer de forma controlada, disfrutando de los alimentos y sin dejarse llevar por el ansia.

Según algunos expertos, la alimentación consciente significa también mantener el autocontrol frente a la comida. Es tener el plato delante y ser capaz de esperar con paciencia a comer y no empezar a devorar con ansia.

Este ansia que a veces mostramos frente a la comida es lo que se conoce como hambre emocional. No se trata de hambre real como necesidad física si no más bien de cubrir nuestras necesidades emocionales con la comida. Este hambre emocional se caracteriza por aparecer de forma repentina y con antojo de algo en concreto, normalmente opciones poco saludables, dulces o saladas. Y si nos dejamos llevar por ella, pronto nos veremos inmersos en ese ciclo vicioso de calmar unas necesidades que realmente no se cubren con la comida. 

Y si te cuesta diferenciar entre el hambre emocional o el real, puedes hacer un pequeño experimento. Cuando te aparezca ese hambre tan repentina y voraz plantéate comer una pieza de fruta, como una manzana. Si te la comes con gusto, fenomenal. Has saciado tu hambre de forma saludable. Si por el contrario la manzana no te apetece, y lo que te apetece son unas patatas fritas, es señal que es hambre emocional, y por tanto, lo mejor es dejar pasar el momento, no caer en la tentación y seguir con lo que estamos haciendo. Es un buen punto de inicio para empezar a detectar el hambre emocional y poder trabajar en él.

 

Como has podido ver, comer de forma saludable no solo engloba elegir alimentos frescos, equilibrados y saludables, si no que nuestra forma de relacionarnos con la comida también es un factor importante. A partir de ahora observa cuánto tiempo inviertes en comer, si lo haces con calma o no. Y empieza a mejorar esta parte también siempre que veas que lo puedes mejorar. Tu salud digestiva te lo agradecerá.

Hay cosas que no podemos controlar, pero hay otras en las que sí podemos poner de nuestra parte, prestar más atención y mejorar nuestra salud.

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Estudié Nutrición Humana y Dietética en la Universidad de Alicante y Ciencia y Tecnología de los Alimentos en la UPV. A lo largo de los años me he dado cuenta que ayudar a las personas a mejorar sus hábitos alimentarios y su día a día es lo que más me gusta de este trabajo, lo que me motiva a seguir con fuerza cada día.