Hoy quiero hablarte de algo que ha cambiado por completo mi forma de sentirme: la alimentación antiinflamatoria.
Si sientes que vives hinchada/o, cansada/o, con molestias digestivas o dolores que van y vienen sin explicación, lo que te voy a contar puede marcar un antes y un después en tu bienestar.
La buena noticia es que no necesitas medicarte ni vivir a base de infusiones detox. Lo que realmente funciona, está en tu nevera… o al menos debería estarlo.
Es muy importante que los alimentos que consumas tengan todas las características que te voy a explicar ahora, si no, te ayuda también a hacer la lista de la compra.
¿Qué es exactamente la alimentación antiinflamatoria?
La alimentación antiinflamatoria es un enfoque nutricional que ayuda a combatir la inflamación crónica silenciosa, esa que no causa fiebre ni rojeces, pero sí puede afectar a:
- Tu digestión
- Tu peso
- Tu energía
- Tus hormonas
- Tu sistema inmunológico
- ¡Incluso a tu estado de ánimo!
Esta inflamación puede ser el resultado de años de una dieta rica en ultra procesados, grasas trans, azúcares añadidos y déficit de nutrientes.
Y aquí es donde entra la buena noticia: la dieta antiinflamatoria no es restrictiva, es inteligente. Se basa en añadir lo bueno y reducir lo malo, priorizando alimentos naturales, frescos y reales. No te preocupes que es muy fácil.
¿Por qué reducir la inflamación con la comida?
Porque la inflamación crónica, aunque no lo parezca, está detrás de muchos síntomas que consideramos «normales» pero no lo son:
- Digestión lenta o pesada
- Dolor de cabeza frecuente
- Retención de líquidos
- Acné, eccemas o piel apagada
- Fatiga constante
- Dolores articulares o musculares sin causa aparente
Este tipo de inflamación es como un fuego de baja intensidad que nunca se apaga del todo. Pero puedes combatirlo con cada bocado si sabes qué poner en tu plato.
¿Qué alimentos forman parte de una buena alimentación antiinflamatoria?
Aquí te comparto los alimentos que siempre tengo en casa y que forman parte de mi menú semanal:
Frutas rojas y moradas
Arándanos, fresas, moras, frambuesas… Todas están llenas de antocianinas, unos potentes antioxidantes que ayudan a proteger las células del daño oxidativo.
Además, son bajas en azúcar y ricas en fibra. Perfectas para el desayuno, batidos o como snack entre horas.
Verduras de hoja verde
Espinacas, rúcula, canónigos, acelgas o kale. Son ricas en clorofila, vitaminas A, C, K y minerales como el magnesio, que ayudan a modular la inflamación.
Si no tienes ideas de cómo preparar estas verduras, te doy algunas ideas: en ensaladas, salteadas con un chorrito de AOVE o trituradas en cremas. Siempre presentes.
Aceite de oliva virgen extra (AOVE)
El AOVE es el tesoro de nuestra dieta mediterránea. Rico en grasas monoinsaturadas y polifenoles, su efecto antiinflamatorio es de los más estudiados.
Lo puedes usar siempre en crudo o al final de la cocción para no perder sus propiedades.
Pescado azul
Salmón, sardinas, caballa y atún son ricos en omega-3, un ácido graso esencial con potentes propiedades antiinflamatorias y protectoras del corazón.
¿No te gusta el pescado? Puedes añadir semillas de lino molidas o nueces, aunque el efecto no es exactamente el mismo.
Avena, arroz integral, legumbres
Los cereales integrales y las legumbres aportan fibra soluble, vitaminas del grupo B y minerales antiinflamatorios como el zinc y el magnesio.
Son la base de una dieta antiinflamatoria equilibrada, saciante y reguladora del intestino.
Cúrcuma y jengibre
La cúrcuma contiene curcumina, un compuesto bioactivo con un efecto comparable al de algunos antiinflamatorios farmacológicos. Y el jengibre ayuda con la digestión, las náuseas y el dolor.
Yo lo que hago es añadir una pizca de pimienta negra con cúrcuma para mejorar su absorción.
Frutos secos y semillas
Nueces, almendras, semillas de chía, lino o sésamo… Son una bomba de omega-3, fibra, vitamina E y antioxidantes.
Una pequeña cantidad al día es suficiente para notar la diferencia.
¿Y qué alimentos deberías evitar?
No se trata de vivir en modo prohibitivo, pero sí de tener claro qué alimentos promueven la inflamación:
- Azúcares añadidos (bollería, cereales de desayuno, zumos industriales): elevan rápidamente la glucosa en sangre, lo que aumenta la insulina y favorece el estrés oxidativo. Además el exceso de azúcar genera compuestos que inflaman los tejidos y aceleran el envejecimiento celular.
- Harinas blancas y pan ultra procesado: al utilizarse harinas refinadas, se absorben muy rápido, elevando la glucosa e insulina de forma brusca. Esto favorece la inflamación crónica y altera el metabolismo. Además contienen menos fibra y nutrientes, afectando a la salud intestinal, clave para regular la inflamación.
- Fritos y grasas trans: aumentan la inflamación por que se oxidan a altas temperaturas. Estas grasas dañan las células, elevan el colesterol LDL oxidado (malo) y favorecen la resistencia a la insulina, generando un estado inflamatorio en el organismo.
- Embutidos y carnes rojas en exceso: contienen grasas saturadas, nitritos y otros conservantes que aumentan la inflamación. Además, el exceso de carnes rojas favorece la producción de compuestos proinflamatorios durante la digestión y genera más radicales libres.
- Alcohol y bebidas azucaradas: el alcohol causa inflamación hepática, altera la microbiota intestinal y aumenta el estrés oxidativo. Las bebidas azucaradas combinan azúcar rápida y aditivos, generando picos de glucosa e inflamación sistémica.
- Productos ultra procesados con aditivos: contiene una mezcla de azúcares, harinas refinadas, grasas de mala calidad, sal y aditivos como emulsionantes o colorantes. Estos componentes alteran la microbiota, aumentan la permeabilidad intestinal y fomentan procesos inflamatorios crónicos.
Si además de inflamación notas que retienes líquidos, este contenido te interesa: dieta para retención de líquidos
¿Cómo empezar una alimentación antiinflamatoria sin complicarte?
1. Planifica tus menús
Una buena alimentación empieza con una buena lista de la compra. Planifica tus menús semanales para no improvisar, caer en opciones rápidas y poco saludables y te ayuda a incluir más frutas, verduras, proteínas de calidad y grasas buenas. Además, te permite equilibrar mejor tus comidas, ahorrar tiempo entre semana y reducir el estrés de “¿qué cocino hoy?
2. Cocina más en casa
No necesitas ser chef. Con preparaciones simples (horno, vapor, salteados suaves) puedes lograr platos sabrosos y antiinflamatorios. Además conservan mejor los nutrientes y evitan el exceso de grasas que inflaman.
Cocinar en casa te ayuda a saber qué ingredientes usas, ajustas las cantidades reduces ultraprocesados sin darte cuenta. Pequeños cambios (como evitar freír) pueden transformar tu salud digestiva, tu energía y tu inflamación general.
Mira aquí cómo cocinar sin necesidad de freír: cocinar sin aceite
3. Escucha a tu cuerpo
Come despacio, mastica bien, observa cómo reaccionas después de comer ciertos alimentos. El cuerpo habla. No todo lo que es “saludable” le sienta bien a todo el mundo y observarte puede ayudarte a identificar qué alimentos te pueden sentar mal y cuáles te aportan bienestar.
4. Busca acompañamiento
Si no sabes por dónde empezar, busca una guía profesional. Un plan nutricional personalizado puede ayudarte a transformar tu dieta sin agobios ni sacrificios. Con acompañamiento profesional avanzas más rápido, evitas errores típicos y te aseguras de que la alimentación que sigues sea efectiva, equilibrada y sostenible en el tiempo. No se trata de hacer dietas estrictas, sino de aprender un estilo de alimentación que reduzca la inflamación y te haga sentir bien de verdad.
Preguntas frecuentes sobre la alimentación antiinflamatoria
¿Cuánto tiempo tarda en notarse?
Muchas personas notan menos hinchazón y mejor digestión en los primeros 7-10 días. A medio plazo (1-2 meses) mejora la piel, la energía, el sueño y el estado de ánimo.
Muchas personas empiezan a notar cambios muy pronto porque el cuerpo responde rápido cuando reduces la inflamación.
En los primeros 7-10 días es habitual sentir menos hinchazón, digestiones más ligeras, menos retención de líquidos y una sensación general de “ligereza”
A medio plazo (1-2 meses) se aprecian mejoras más profundas: la piel se ve más luminosa, la energía es más estable, el sueño mejora y el estado de ánimo se regula. Esto ocurre porque la inflamación crónica disminuye y tu organismo empieza a funcionar con más equilibrio.
¿Esta dieta ayuda a perder peso?
Sí. No está diseñada como una dieta de adelgazamiento, pero al reducir la inflamación y mejorar tu metabolismo, puedes perder peso de forma natural y sin esfuerzo.
Sí, aunque no está planteada específicamente como una dieta para adelgazar, cuando reduces la inflamación, equilibras tus hormonas y mejoras tu metabolismo, el cuerpo deja de “defenderse” y empieza a funcionar como debería.
Esto se traduce en una pérdida de peso natural, sin pasar hambre, sin restringir macronutrientes y sin efecto rebote. Además, al sentirte mejor y tener más energía, es más fácil mantener hábitos que favorecen la bajada de peso de forma sostenible.
¿Puedo seguirla si tengo una vida ocupada?
Absolutamente. De hecho, es perfecta para personas ocupadas. Se basa en comidas simples, reales y fáciles de preparar, junto con una buena organización semanal.
Para personas con poco tiempo es ideal porque te ayuda a planificar, evitar improvisaciones, reducir antojos y comer de forma más consciente. sin estrés, sin hambre y sin sentir que no llegas.
Tu alimentación puede sanar o inflamarte
La alimentación antiinflamatoria no es una moda ni una dieta milagro. Es una forma de nutrir tu cuerpo, reducir molestias y recuperar la energía y la claridad mental que creías perdidas.
No se trata de hacerlo perfecto, sino de empezar. Cada cambio cuenta. Y si puedes hacerlo con un plan que se adapte a ti, mejor aún.
Tu cuerpo no quiere castigos. Solo quiere que le escuches. Y la mejor manera de hacerlo… es a través del plato.















