Os presentamos a Raquel, uno de los casos de éxito de los más sorprendentes de Corporis Sanum, en el que puedes observar tanto un cambio físico como emocional verdaderamente duradero. Este es un claro ejemplo de que gracias a un plan nutricional y estructura, una persona puede restaurar su relación con la comida.
Raquel contaba que había estado siguiendo dietas desde su adolescencia. A los 56 años, podía enumerar todos los métodos que había probado a lo largo de su vida: dietas bajas en carbohidratos, sustitutivos de comida, la dieta del pomelo, entre muchas otras. Explicaba que siempre había estado buscando una solución rápida, una nueva lista de reglas o la promesa de que esa vez sí funcionaría. Sin embargo, ninguna de esas estrategias resultaba duradera. Cada vez que perdía peso, lo recuperaba, y con cada nuevo ciclo se sentía más alejada de su cuerpo y cada vez más frustrada.
Cuando Raquel se puso en contacto con Corporis Sanum, reconocía que no esperaba grandes milagros. Se sentía cansada y escéptica, aunque mantenía una pequeña esperanza de que algo, por fin, pudiera cambiar. Durante su primera sesión con la coach, expresaba que ya no quería seguir en esa dinámica de restricciones, culpa y reinicios constantes. Lo que realmente deseaba era liberarse de esa lucha interna con la comida, más que simplemente perder peso.
Planificación y estructura
Durante la planificación de su plan nutricional, Raquel se llevó una sorpresa: un enfoque diferente, animándola a dejar de centrarse en lo que debía eliminar de su vida y a empezar a pensar en lo que podía incorporar: comidas más completas, sensación de saciedad y disfrute con el movimiento. Al principio, a Raquel le resultaba extraño permitirse comer sin sentirse culpable. Durante muchos años había interiorizado la idea de que sentir hambre era algo positivo y que sentirse llena era motivo de vergüenza. Sin embargo, poco a poco fue dejando atrás esos pensamientos.
Comenzó a comer de forma más estructurada y a dejar de picotear constantemente alimentos “seguros”. Al perfilar una rutina y un una «plantilla» alimenticia siguiendo nuestro método antiinflamatorio, notó que su percepción de la comida y su bienestar día a día iba mejorando.
Y eso no queda ahí; uno de los mayores cambios que experimentó llegó cuando decidió dejar de pesarse a diario. Aunque en un principio eso le generaba cierta ansiedad, pronto se dio cuenta de que, al no dejar que el número de la báscula determinara su estado de ánimo, empezaba a notar otras señales más importantes: su nivel de energía, la calidad del sueño o la forma en que le quedaba la ropa.
También empezó a escribir un diario, lo que le ayudó a tomar conciencia del espacio mental que durante años había ocupado su preocupación por la dieta. Describía esa sensación como un ruido constante del que no se había percatado hasta que se detuvo.
Con el tiempo, fue estableciendo rutinas más naturales. Incorporó paseos por la mañana con su perro, desayunos más completos y una nueva relación con la cocina, que había dejado de ver como una obligación. También cambió su forma de hacer la compra, ahora sin la presión ni la culpa de antes. Ya no medía su éxito en función de lo poco que comía, sino en cómo se sentía a lo largo del día. En las videollamadas, le recordábamos frecuentemente que la constancia era más valiosa que la perfección, y que la autocompasión era mucho más efectiva que la culpa.
Indicios y resultados del cambio
Después de dos meses, Raquel había perdido 5 kilos, aunque rara vez mencionaba esa cifra. Lo que más destacaba era la calma que sentía frente a la comida, la comodidad con su propio cuerpo y el orgullo de haberlo conseguido a su manera. Comentaba que su ropa
le quedaba mejor, pero que, sobre todo, se sentía más alineada consigo misma. Ya no temía enfrentarse a la comida, ni a sus propias decisiones.
Al mirar atrás, reflexionaba que le habría gustado dejar las dietas mucho antes. No porque así hubiera perdido peso más rápido, sino porque se había dado cuenta de que había pasado demasiados años tratando de arreglar algo que en realidad no estaba roto, solo mal entendido. Afirmaba que ese cambio no había surgido desde el castigo, sino desde el convencimiento de que, por fin, merecía cuidarse.
¿Te sientes inspirada? ¿Buscas un cambio en tu vida? ¡Puedes ser el siguiente caso de éxito!