A continuación os contamos el sorprendente caso de éxito de Mila, una asistente administrativa de 36 años.
En la primera sesión de video-consulta,Mila nos contó que su relación negativa con la actividad física venía desde la infancia, cuando las clases de educación física eran una auténtica tortura.
Con el tiempo, empezó a asociar el movimiento con la humillación y el fracaso. Para cuando llegó a los treinta y seis, casi no se movía más allá de lo necesario. Admitió que se sentía rígida, con poca energía y desconectada de su cuerpo, pero no sabía por dónde empezar.
Durante un proceso árduo y con mucha dedicación, Mila consiguió sentirse a gusto en su propia piel, y durante el proceso que duró un total de 4 meses, consiguió perder 10 kilos. ¡Este caso es un éxito rotundo!
El inicio del cambio
Cuando se puso con nosotros por primera vez, Mila preguntó por el plan de ejercicios, ya que no estaba interesada en entrenamientos intensivos ni en horarios estrictos de gimnasio. Comentó que simplemente quería sentirse mejor: más liviana, con más energía y más cómoda consigo misma.
Mencionó que estaba cansada de ver el ejercicio como un castigo por comer. En su lugar, esperaba encontrar alguna forma de movimiento que se adaptara a su vida y que incluso pudiera llegar a disfrutar. En el caso de Mila, lo mejor es a comenzar de forma lenta y a probar distintos tipos de actividad sin presionarse.
Para ello, empezó a experimentar con videos de baile en línea desde la comodidad de su sala.Al principio se sentía cohibida, pero que en mitad de las rutinas ya se encontraba sonriendo. Le sorprendió darse cuenta de que podía sudar y reír al mismo tiempo. Esa experiencia, explicó, cambió de inmediato su forma de ver el ejercicio.
Impulsada por esa sensación positiva, Mila comenzó a probar otras formas de movimiento: paseos en el parque por las mañanas, estiramientos antes de dormir y, eventualmente, una clase de natación para principiantes.
Explicó que dejó de enfocarse en cuántas calorías quemaba y empezó a concentrarse en cómo se sentía al moverse. Fue un cambio que no esperaba, pero que marcó una gran diferencia.
A medida que el movimiento se convirtió en una parte habitual de su día a día, Mila dijo que otros hábitos saludables empezaron a surgir naturalmente. Se sintió atraída por comidas más ligeras, empezó a beber más agua y notó que incluso dormía mejor.
Comentó que estos cambios no se sintieron forzados; sentía que encajaban con esta nueva versión de sí misma: una versión que disfrutaba cuidarse.
A lo largo de 4 meses, Mila consiguió perder 10 kilos. Pero se sentía muy orgullosa al decir que el mayor cambio no estaba en la balanza. Se sentía más fuerte, más segura de sí misma y verdaderamente orgullosa de lo que su cuerpo podía hacer. Recordó que un año antes le habría parecido una broma llamarse a sí misma una “persona activa”, pero ahora, se sentía completamente identificada.
La conclusión de Mila: una inspiración.
Cuando le preguntamos qué le diría a alguien que acaba de empezar o que quiere empezar, Mila dijo que los animaría a no buscar el camino más rápido, sino el más agradable. Creía que si alguien podía encontrar una forma de moverse que realmente le gustara, aunque fuera un poco, sería la clave para que el cambio durara. Al terminar el proceso, Mila estaba convencida de que para volver a enamorarnos de nosotros mismos es necesitamos volver a amar el movimiento.