Hay sabores que nos transportan, que tienen el poder de reconfortarnos sin decir una sola palabra. Esta sopa de la abuela es uno de ellos. Cada cucharada sabe a hogar, a cariño del bueno, a domingos con la familia y a tardes de invierno que huelen a caldo recién hecho.
Yo la preparo siempre que necesito un poco de calma, cuando me apetece algo sencillo pero lleno de alma o cuando me resfrio. Y es que, aunque los ingredientes son humildes, el resultado es pura magia: humeante, sabroso y lleno de recuerdos.
Si nunca la has probado, te animo a hacerlo. Y si ya la conoces, prepárate para revivir esos momentos que solo una buena sopa puede traer de vuelta.
Porque a veces, el mejor remedio es una receta de toda la vida. ¡No hay nada como el calorcito de una buena sopa hecha con amor!